6.22.2009

Eficiencia energética y sostenibilidad en el hogar

Las medidas recomendadas para el Sector Edificación comprenden acciones dirigidas a los servicios o sistemas que presentan un mayor consumo energético, representados fundamentalmente por las instalaciones térmicas (calefacción, climatización y producción de agua caliente sanitaria) y las instalaciones de iluminación interior, tanto del sector doméstico como del terciario. De este modo, las actuaciones contempladas pretenden incrementar el ahorro a través de la mejora de la eficiencia energética de los edificios y sus instalaciones fijas, así como hacer un uso más eficiente de los mismos, tanto en el parque de edificios existente como de nueva construcción.


En este sentido se pretende, además, profundizar en la certificación energética de los edificios (obligatoriedad para el permiso de habitabilidad) y en su difusión, con el objetivo de promover la demanda de edificios de bajo consumo energético, motivando las actividades de I+D en este mercado para su aplicación tanto en nuevas construcciones, como en la rehabilitación energética de edificios existentes.

Para una mejor comprensión de su alcance, las medidas descritas en el presente apartado han sido clasificadas de acuerdo al componente o sistema de la edificación sobre el que actúan.


Envolvente del Edificio

Las actuaciones en esta línea proponen la aplicación de criterios de eficiencia energética sobre la envolvente térmica de las edificaciones con el objetivo de reducir la demanda energética por concepto de calefacción y refrigeración. Estas medidas deberán implementarse mediante la rehabilitación de la envolvente térmica de edificios existentes y durante el diseño y construcción de las nuevas edificaciones.

Para la implementación práctica de estas exigencias se ha propuesto una variedad de mecanismos pasivos y activos. Los pertenecientes al primer grupo son implementados en su mayoría durante el diseño inicial del inmueble o mediante alguna reforma y tienen como objetivo sacar el máximo provecho posible de la energía natural, sin la ayuda de otras fuentes de energía (ya sea eléctrica o de cualquier otro tipo). Por el contrario, los sistemas activos requieren del despliegue de elementos ajenos a la estructura y son diseñados para actuar en correspondencia con las variaciones del entorno. Estos sistemas utilizan fuentes de energía externa y, en condiciones óptimas, entrarán en funcionamiento una vez que han sido reducidas al máximo las necesidades energéticas por la acción de los elementos pasivos.

A continuación se lista un conjunto de experiencias de demostrada eficacia encaminadas a satisfacer estas exigencias:

Estrategias pasivas:

  • Orientación de la edificación: la orientación de los edificios, así como la distribución de sus muros y ventanas, influye decisivamente en su comportamiento térmico. En zonas frías, por ejemplo, deberá procurarse una incidencia solar máxima sobre los acristalamientos y cerramientos de mayor superficie, así como en las estancias más utilizadas. En regiones calurosas, sin embargo, se requiere minimizar la exposición solar directa de estos elementos mediante una adecuada orientación y distribución.
  • Materiales constructivos: la adecuada selección de las calidades de los materiales, de acuerdo a sus propiedades térmicas, constituye un factor determinante para lograr un buen aislamiento térmico en los recintos. Con este fin, también se pueden aprovechar materiales renovables como el bambú o la cáscara de avellana, evitando la deforestación; o reutilizar materiales constructivos procedentes de otras obras.
  • Ventilación natural: una adecuada distribución de puertas, ventanas y habitaciones en general, favorece la ventilación natural mediante el flujo de corrientes de aire que atraviesan la edificación. De este modo, la renovación del aire puede efectuarse con solo actuar (abrir o cerrar) convenientemente sobre estos elementos, contribuyendo así a mantener una temperatura agradable en el edificio.
  • Color del edificio: los colores claros reflejan la luz y por lo tanto absorben menor cantidad de energía, mientras que con los colores oscuros ocurre lo contrario. La utilización de paredes de color claro puede reducir la ganancia de calor hasta un 35%. Asimismo, un tejado de color claro puede reducir la ganancia de calor en un 50% con respecto a uno oscuro.
  • Forma del edificio: un buen diseño geométrico del edificio permitirá dejar pasar el sol en invierno y evitarlo en verano. Además, en términos generales las estructuras compactas y redondeadas suelen tener menos pérdidas que aquellas con numerosas cavidades, entrantes y salientes.
  • La combinación óptima de los elementos mencionados, teniendo en cuenta las particularidades del entorno, contribuye significativamente a la inercia térmica de la edificación, garantizando a su vez un menor consumo energético de los sistemas activos para el mantenimiento del confort térmico tanto en invierno como en verano.

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